jueves, 9 de febrero de 2012

LOS OJOS DE LOS NIÑOS


En cierta película de renombre un actor famoso personifica a un individuo que nace viejo y se va poniendo joven hasta que muere cómo recién nacido.

El argumento no es nuevo. Muchos autores han soñado con lo maravilloso que sería comenzar la vida partiendo de la experiencia que dan los años y avanzar hacia la juventud, cuando la audiencia, unida a la fuerza, permiten acometer grandes empresas. Sin embargo, a mi entender, el gran final, el momento culminante de esa vida en retroceso no está al comienzo de la adultez, sino en la infancia propiamente dicha, cuando el individuo alcanza la pureza del niño y ve el mundo con los ojos del que no sabe nada y está por descubrirlo todo.

De hecho me incorporo al bando de los que creen que los niños son inmensamente sabios y a medida que los adultos les contagiamos nuestras percepciones prejuiciadas sobre el mundo, ellos, los infantes, comienzan a perder la perspicacia y la intuición de la inocencia, que les permite ser auténticos y geniales.

Así pues, todas las expresiones artísticas de los niños deben ser vistas con particular interés, pues revelan cosas que los adultos hemos olvidado o no llegamos a captar en el momento adecuado.

No hay un niño que pueda ser considerado bruto, poco inteligente o ingenuo en el sentido de no entender algo. Por el contrario, cada niño tiene un equipo de supervivencia en la imaginación y los adultos deberíamos esmerarnos por entender sus expresiones, pues casi siempre revelan realidades sorprendentes.

Esas realidades se materializan de manera especial en la artes plásticas, pues las palabras geniales de los niños, sus gestos inigualables y otras maravillas que nos aportan los infantes casi nunca quedan plasmadas en grabaciones o películas.

Pero además, la facilidad con que se expresen a través de la pintura u otros medios similares puede darnos inicio de una vocación precoz que deberíamos cuidar y aupar con esmero.

Después que todo, es muy posible que el primer garabato de Picasso, quizás cuando aún era muy pequeño, haya sido bastante parecido a los que trazó al final de su larga y productiva vida.

Las obras que figuran en esta exposición de los alumnos de la U. E. Mariano Picón Salas no son producto de la improvisación. Ellos han tenido la guía de la profesora y artista Norma Da Silva, quien puso gran empeño en despertar el interés por expresarse de la manera más auténtica, usando el autorretrato como un medio para conocerse y apartando diferentes retos para que cada niña o niño sacara a relucir lo mejor de sus técnicas expresivas.

Los resultados los tienen a la vista y seguramente serán más comunicativos que todo cuanto he intentado decir en estas palabras.

Augusto Hernández.